Ciencia y medio ambiente

Excesiva sopa de aleta pone en peligro al Tiburón

La matanza indiscriminada de tiburones para elaborar la "sopa de aleta", considerada una de las exquisiteces de la cocina tradicional china, amenaza con extinguir a los escualos de los mares de Asia.

BANGKOK.---- La matanza indiscriminada de tiburones para elaborar la "sopa de aleta", considerada una de las exquisiteces de la cocina tradicional china, amenaza con extinguir a los escualos de los mares de Asia.
El caldo elaborado con las aletas de tiburón fue plato obligado en los actos sociales durante la antigua dinastía de los Ming, época en la que surgió la creencia de que era un afrodisiaco.
Hoy, esta gelatinosa sopa continúa formando parte de los menús de banquetes, almuerzos de negocios y ágapes de postín ofrecidos por anfitriones de origen chino.
Pese a su discutible valor nutritivo, un pequeño cuenco de "sopa de aleta" cuesta sus buenos dineros en Hong Kong, Singapur, Taiwán y Tailandia, donde las comunidades chinas son más numerosas.
La comercialización del tiburón es un buen negocio en Singapur. Sus restaurantes pagan alrededor de 2.800 dólares por kilo de aleta, y las empresas exportadoras ingresaron casi 27 millones de dólares el pasado año.
El grupo ecologista internacional "Wild Aid" calcula que cada año se matan en todo el mundo unos cien millones de rayas y tiburones.
El principal objetivo de los buques dedicados a su captura son los pertenecientes a las especies de tamaño medio, como las del tiburón "tigre" y "blanco".
Pero es Asia, debido a la pasión que algunos sectores de su población sienten por la "sopa de aleta", el frente de lucha de los grupos ecologistas que tratan de evitar la extinción del tiburón.
"En algunas zonas del mundo, tanto en el aspecto comercial como ecológico, el tiburón se ha extinguido, lo que resulta preocupante", manifestó Peter Knights, director de "Aid Wild", durante su reciente gira por diversos países de Asia.
En sus 400 millones de años de evolución, el tiburón se ha aclimatado a los más variados entornos acuáticos, desde los helados mares de Groenlandia a las aguas de Trópico.
Como depredador que es, el tiburón se alimenta de otras criaturas marinas más débiles, y engulle los despojos dejados atrás por otros habitantes de las profundidades marinas.
Por el contrario, el inofensivo tiburón "gigante", que llega a medir 14 metros de longitud, se nutre sólo de plancton y pequeños peces.
Fue la célebre película "Tiburón", basada en la novela de Peter Benchley, la que hace 25 años dio a este escualo la inmerecida fama de voraz y de amenaza para los bañistas.
"Los ataques a humanos son sin duda errores del tiburón. Ahora sabemos mucho más sobre ellos y su comportamiento que cuando escribí el libro", dice Benchley, que intenta enmendar la imagen que dio del tiburón en su libro y se ha unido a la campaña para evitar su extinción.
Lo que provoca la ira de ecologistas, biólogos y buceadores, al margen del peligro de su desaparición, es la cruel forma de sacrificar al tiburón, al que una vez le han sido mutiladas las aletas dorsal y de la cola, e independientemente de cuál sea su tamaño, es arrojado de nuevo al mar por la borda del buque y con vida.
Sin embargo, los comerciantes mantienen que además de las aletas, también se emplean otras partes del tiburón, tales como las córneas de sus ojos para trasplantes a seres humanos, y el extracto de sus cartílagos para el tratamiento cutáneo de personas que han sufrido quemaduras.
Estados Unidos, Australia y el Reino Unido encabezan el movimiento en favor de la regulación del comercio de productos de tiburón, pero hasta ahora su propuesta no ha encontrado el respaldo de los dos tercios de los 150 miembros que integran la Convención de Naciones Unidas sobre el Comercio Internacional de Especies en Peligro de Extinción.
La mayor oposición procede de los países de Asia, consumidores de la "sopa de aleta", y de las naciones de Latinoamérica en las que la captura del tiburón supone una importante fuente de ingresos para sus flotas pesqueras.
Las quejas de los pasajeros obligaron este año a la compañías aéreas tailandesa Thai Airways International, y singapurense Singapore Airlines, a retirar la "sopa de aleta" de los menús servidos a bordo de sus aparatos a los viajeros de la primera clase.

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