Economía

Cumbre de los 77 piden un mundo más justo e igualitario

La primera Cumbre Sur, que ha reunido a representantes de 122 países, termina hoy en La Habana con la esperanza de los países pobres de conseguir que el proceso de globalización al menos no provoque mayores desequilibrios entre los países desarrollados y en desarrollo.

LA HABANA --- La primera Cumbre Sur, que ha reunido a representantes de 122 países, termina hoy en La Habana con la esperanza de los países pobres de conseguir que el proceso de globalización al menos no provoque mayores desequilibrios entre los países desarrollados y en desarrollo.
Aunque algunos de los 133 países que integran el Grupo de los 77 tienen recursos importantes, como el petróleo, ha quedado de manifiesto en esta cumbre que aún está vigente la definición de "sindicato de los pobres" que le aplicó Julius Nyerere, entonces presidente de Tanzania y uno de los fundadores del grupo en 1964.
En todas las intervenciones de la Cumbre se ha puesto de manifiesto que uno de los principales objetivos que debe alcanzar el G77 para afrontar los ingentes desafíos que tiene ante sí es hallar alguna forma de cooperación y unidad que haga sentir su peso y su influencia en las relaciones internacionales.
Sin embargo, al margen de las declaraciones de sus dirigentes, estos países son tan heterogéneos en sus situaciones políticas internas, en sus condiciones económicas y en sus realidades sociales, que, en conversaciones privadas, no ocultan sus temores de que los objetivos que se plantean, en la práctica se vean reducidos considerablemente.
"Es muy difícil compaginar los intereses de países y zonas geográficas tan dispersas, porque los intereses de un determinado país, por ejemplo en sus relaciones económicas con Europa o Estados Unidos, pueden ser incluso opuestos a los de otro", explicaba un diplomático europeo invitado a la cumbre.
El anfitrión de la reunión, el presidente de Cuba, Fidel Castro, en el discurso inaugural de la cumbre pidió, entre otras cosas, la desaparición del Fondo Monetario Internacional (FMI), pero al mismo tiempo varios países de los presentes en La Habana negocian en estos momentos con este organismo financiero mundial.
Los países del Norte, reduccionismo para definir a los desarrollados, tienen suficiente poder como para presionar a uno o muchos de los países del G77 ante propuestas que consideren que atentan contra sus intereses, y los del Sur, los pobres, escasa capacidad de respuesta, sea individual o común.
El diagnóstico de la situación ha sido unánimemente compartido por todos los asistentes a la cumbre y lo que ha variado ha sido el distinto modo de calificar la situación.
Mientras unos, liderados por Castro y en cierto modo por Hugo Chávez, el presidente venezolano, aplicaban adjetivos catastrofistas a la situación, otros, como el presidente del G77, el jefe de Estado de Nigeria, Olusegun Obasanjo, sin obviar su gravedad, se mostraban más realistas o conciliadores.
Todos han estado de acuerdo en que el fenómeno de la globalización económica mundial ha ensanchado en los últimos años la brecha existente entre el Norte y el Sur, y se han quejado de las barreras y los bajos precios que imponen los ricos a los productos exportables de los pobres, que impiden su desarrollo.
De forma unánime han solicitado que los poderosos les den acceso a las nuevas tecnologías y que el Norte condone, total o parcialmente, la deuda externa -un total de 2,5 billones de dólares-, que ahoga la economía y los programas de desarrollo de los menos favorecidos y de hecho les condena a una dependencia casi insuperable.
Pero mientras unos adoptan la posición de "romper de una vez" esta dinámica para intentar establecer otro tipo de relaciones Norte-Sur, otros defienden la reforma de estas relaciones, un diálogo menos rígido, más bien transformador, y unas demandas más "creíbles y convincentes", como les recomendó el secretario general de la ONU, Kofi Annan.
La definición de los desafíos a los que se enfrentan los países en vías de desarrollo y las medidas prácticas que deben adoptar para superarlos pasan necesariamente por una cooperación Sur-Sur y una firmeza y unidad entre ellos que exija que su voz, sus intereses y sus opiniones no sólo sean escuchados sino atendidos.

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