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No se lo deseo a nadie

El hecho de no contratar a alguien porque nació en una región diferente a la donde se presenta a trabajar debe entristecernos a todos

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Hace unas semanas Gregorio Pérez escribió uno de esos trinos que hubiéramos querido no ver. Hablo del trino en que, con un tufillo molesto de discriminación y clasismo, le pedía a Mábel Lara que se fuera a las calles de Cali a vender chontaduro.

Este desliz se convirtió en tendencia y fue además tema del día en 6AMHoyPorHoy, donde con #OrgulloChontaduro, conversamos con miles de personas que nos oyen y nos siguen, sobre la importancia de no segregar, de no convertir los oficios humildes (a los que tanto debemos los colombianos) en herramienta para el insulto y la ofensa.

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Este fin de semana, Gregorio, monteriano de cuna, sintió en carne propia los rigores malsanos de la discriminación, y los reveló en su cuenta de Twitter, donde escribió: “A mi hijo no le recibieron la hoja de vida en un centro comercial en Bogotá, por el solo hecho de ser costeño. Esa fue la respuesta que recibió. Por Dios, en qué país estamos”.

“Por Dios, en qué país estamos”, dice don Gregorio. A Don Gregorio le digo hoy que a pesar de que él aún no entiende los alcances de sus trinos humillantes con las personas humildes, con mucho de racismo entremezclado, que lamento de corazón lo que le pasó a su hijo, si las cosas son como él las plantea. Y que estamos en un país que no hizo Dios: que lo hacemos todos y no podemos, como Gregorio, contribuir al odio, porque las leyes de la vida dicen que termina devolviéndose y golpeándonos a nosotros y a quienes amamos.

Este es un país con muchos países en su interior, y debo decir que esa diversidad dentro de las fronteras es una de las cosas que más me emociona. Nuestra gente Caribe, por ejemplo, es motivo de orgullo para todos los colombianos, por su alegría, por sus tradiciones, por su calidez, por su sencillez… son tantas las cosas buenas que recibimos por ser un país con tantos países dentro, que el hecho de no contratar a alguien porque nació en una región diferente a la donde se presenta a trabajar debe entristecernos a todos.

Le digo, don Gregorio, que me abstengo de pasarle la cuenta de cobro o de burlarme de su situación simplemente porque no comulgo con su manera de ser y tratar a los demás. Lo entiendo en su tristeza de padre, de padre colombiano, y sobre todo estoy con su hijo, como estoy con cualquiera que sea víctima de la discriminación y la segregación. Las diferencias no nos separan: nos eriquecen.

 

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