Ciudades

Más viudas más huérfanos suman en Cáceres

La zona rural de Cáceres también vive esta geografía de cruces, viudez y orfandad.

Más viudas más huérfanos suman en Cáceres

Más viudas más huérfanos suman en Cáceres / CARACOL RADIO

Medellín

El corregimiento El Tigre, de Cáceres, está a unas dos horas de del área urbana. La única vía para llegar a este caserío es destapada, polvorienta, y, como las demás, en regular estado. Con extensos paisajes verdes y una zona ganadera en sus inmediaciones, la comunidad consume los productos que cultiva; no los comercializan debido a las dificultades para transportarlos. Los pasajes para movilizarse de un lugar a otro también son costosos: trasladarse en una mototaxi entre este Cáceres rural a ese Cáceres urbano y ya poco ocupado les cuesta 20 mil pesos por trayecto, debido, justamente, a la larga distancia entre estos dos lugar, y las precarias condiciones de esa vía.

Los habitantes, campesinos dedicados tradicionalmente a sus tierras y a sus quehaceres en el agro, lo reconocen: es una zona donde la delincuencia ha sentado sus reales y hoy esa criminalidad atemoriza a sus anchas, pese a los esfuerzos de las autoridades militares y policiales. El Clan del Golfo domina esa franja del bajo Cauca con sus acciones criminales, algunas veces silenciosas pero rotundas, materializadas en la intimidación, amenazas, desplazamiento forzado, violencia sexual, y homicidios.

Allí, en ese extenso y caluroso territorio cercano al río Cauca, es frecuente encontrar cultivos ilícitos, aunque, según admiten algunos, no están muy cerca del caserío.

Esta presencia criminal afecta a la población. La comunidad no escapa a esta violencia física y sicológica, y de manera individual o colectiva se reconoce como víctima. Los homicidios selectivos han confeccionado una larga lista de mujeres viudas y menores huérfanos.

Una de ellas es Nidia Judit Fernández Vitola. Tiene 33 años, la piel morena, bronceada por el sol, el mismo que eleva la temperatura a unos 35 grados, en pleno mediodía. Nidia es contextura delgada, con apariencia humilde, sonrisa franca pese a las adversidades, como ocurre en la mayoría de las mujeres campesinas de esos parajes.

Más viudas, más huérfanos

Nidia es otra viuda por causa de esta guerra entre bandas criminales que les roba la tranquilidad a los habitantes de El Tigre. Relató a Caracol Radio que su esposo, William Galvis, fue muerto a balazos el 19 de abril del 2018, en la vereda Santa Cruz. Con él tenía tres hijos, y ante ellos, sin ninguna consideración, su marido fue asesinado. Ellos, los hijos, estaban con su padre cuando fue atacado a muerte. El drama y el pavor de los menores se prolongaron por más de 24 horas: debieron permanecer con el cadáver en la vivienda hasta cuando llegaron autoridades policiales y judiciales a efectuar la inspección judicial.

Esta joven mujer, con su esposo y sus tres hijos, de 16, 14 y 12 años, vivían en su parcela. Sembraban plátano, arroz, maíz, yuca, entre otros productos de pancoger. Pero la zozobra, la violencia y la agresión visitaron esos predios: después del asesinato de su esposo, los ilegales obligaron a esta viuda y a sus tres vástagos a huir, a desplazarse, a tomar el largo camino hasta el perímetro urbano, camino a lo incierto. Dejaron todo, lo perdieron todo. Fue una salida masiva, ella no presenció los dos hechos violentos, pero sus muchachos sí lo padecieron y aún lo padecen, según confesó a Caracol Radio.

“En el momento en que él murió yo estaba internada en el hospital de Cáceres, muy enferma: es que yo sufro de mucha anemia. Entonces tocó sacarlo de la finca, enterrarlo y sacar a los niños de allá… porque ellos (los niños) se habían quedado y estaban con él en la finca cuando lo mataron… fue muy duro”, relató la joven viuda, y solloza.

Desde ese momento su vida y la de sus hijos cambiaron radicalmente y para siempre, reconoce. No pudieron regresar a la parcela y hoy viven de la caridad que le brinda una mujer en el corregimiento El Tigre.

Hoy admite que es muy fuerte la presión psicológica que lleva a cuestas, pero trata de darles ánimo a sus hijos; incluso los alienta a estudiar, pero la situación económica no es fácil.

“Ha tocado duro para darle el estudio a mis hijos. Ellos para llevar el uniforme al colegio es porque se los han regalado… en el colegio les han dado cuadernos, bolsos y otras cosas. Todo ha sido muy duro desde que ellos perdieron al papá”, lamenta, pero también agradece la generosidad ciudadana.

Pese a las adversidades, los hijos de Nidia hoy permanecen en los estudios, y –orgullosa de ellos- afirma: “sacan buenas calificaciones”, y sonríe.

Pero una realidad más compleja debe afrontar esta madre cada día: conseguir la alimentación para los cuatro, y ayudar en la casa donde, confiesa ella, vive “arrimada”. Como suele ocurrir en muchos de estos casos de ausencia de la figura y el soporte paterno, el hijo mayor asume parte de esa responsabilidad como cabeza de familia. Esta no es la excepción.

El hijo mayor, Kéiner Galvis Fernández, tiene 16 años, y para ayudar a su madre y hermanos, trabaja los fines de semana, y en algunas ocasiones también labora los día de semana. En esta zona rural del norte de Antioquia, en una jornada de trabajo puede ganarse 20 mil pesos.

Sin apoyo estatal

Su madre también lamenta que a pesar de las condiciones en que viven y las circunstancias en que quedó, viuda y con tres hijos, ninguna entidad del Estado, llámese Alcaldía, Personería, Unidad de Víctimas, le han tendido la mano. Y recuerda que, además del asesinato de su esposo también es víctima de dos desplazamientos forzados, desde sus predios en las veredas Santa Cruz y Alto Ponciano.

“Mi esposo era el que estaba como cabeza de la familia y me tocó hacer un traspaso cuando el murió y todavía no he recibido la primera ayuda del desplazamiento y he hecho todos los papeles que me piden, y no me ha llegado nada”, aseveró.

Aseguró que todos los documentos que la acreditan como víctima están registrados en la Comisaria de Familia, pero no puede desplazarse a la cabecera de Cáceres por el alto costo de los pasajes, frente a los escasos recursos para mantener a sus hijos.

Con voz entrecortada por la emoción y la esperanza, clama: si el gobierno tiene la posibilidad de darle algo, solo pediría una casa donde estar con sus hijos. Y también reconoce que la hará feliz ver a sus hijos estudiar, terminar el bachillerato y cursar una carrera universitaria.

Kéiner Galvis Fernández, el hijo mayor de Nidia, le contó a Caracol Radio que le agrada ayudar a las demás personas y confesó que si salen de las dificultades y los recursos en algún momento se lo permiten, desea hacer una carrera:

Ser doctor, abogado, algo así. Me gusta mucho ayudar a la gente y salvar a las personas”, confesó el joven, con algo de timidez en la expresión y en la voz.

La mayoría de los habitantes en el corregimiento El Tigre son víctimas de la violencia, la misma que no les da tregua, ni les deja vivir en paz.

Pese a eso, la comunidad trabaja cada día en la búsqueda de esa tranquilidad esquiva y apoya todas las iniciativas de paz. Coinciden sus habitantes con los demás pobladores: que esa vereda necesita que refuercen la educación, mejoren la vía, e instalen un puesto de salud. Son sus sueños de paz.

 

El siguiente artículo se está cargando

Escucha la radioen directo

Caracol Radio
Directo

Tu contenido empezará después de la publicidad

Programación

Ciudades

Elige una ciudad

Compartir

Más acciones

Suscríbete

Tu contenido empezará después de la publicidad