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Desplazados

Crónica de Fredy Antonio Machado López

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Cartagena de Indias

En principio, estaban las plazas en Cartagena. Luego, vinieron los bares, los hoteles, los restaurantes y los demás empresarios del sector turístico y se las tomaron...

Es como si el espíritu colonial y la tranquilidad que se vive al interior del centro amurallado, no podía ser de uso exclusivo de los raizales.

Y, bueno, lo que empezó́ como una moda, como una práctica de temporada de fin de año, se volvió́ una constante. Hotel o restaurante que no tenga a su servicio -o no se tome-, una plaza del centro de Cartagena, no está́ IN.

Y, evocado, la imagen de ese antiguo “Corralito de Piedra”, es evidente que ninguno de esos “explotadores del espacio público”, se han preguntado qué había antes en esos lugares. Entre otras cosas, porque son ajenos a nuestra idiosincrasia y a esa especial manera de asumir lo cartagenero.

Pues bien, en la plaza de San Diego, desde hace más de un siglo, se celebra una fiesta de fin de año que ha ido perdiendo su espacio natural y la tradición se resiente ante el auge y la presencia de los extraños que incluso, se han tomado el atrevimiento de reglamentar el jolgorio.

En la plaza de Santo Domingo, precisamente los domingos, se disputaban los más aguerridos campeonatos de “golito” y muchos antiguos habitantes del centro llevan en su memoria urbana el recuerdo de esos tiempos en que el turismo no invadía sus espacios ni sus vivencias.

Los turistas se aproximaban al contexto, pero jamás se involucraba en sus casas ni en sus plazas y mucho menos en la dinámica del día a día. Ellos operaban a la distancia, desde Bocagrande, y cuando más, paseaban en coches por las calles apretadas del sector amurallado escuchando las historias (acomodadas) de piratas, corsarios y galeones en boca del chambaculero de turno.

La plaza de los estudiantes, contigua a la Universidad de Cartagena, siempre ha sido una plaza “conservadora” ya que en ella se conmemora la gesta de unos anónimos mártires universitarios. Entiendo que ese escenario no ha sido concebido para el bullicio ni la farándula de una tienda de café, a menos que se concilie con las nuevas generaciones de udeceístas.

También se han expulsado de las murallas a tantas parejas que en posiciones aerodinámicas ocupaban las almenas, cañones y garitas desafiando a los envidiosos con sus consabidos gritos de “busquen cama...busquen residencias...” Muchos cartageneros son productos de esos idilios y algo de muralla tiene el amor cuando es esquivo.

Sin embargo, en una forma despiadada, impune, se ha ido desplazando a los raizales.

La administración Distrital ha cedido y sigue cediendo los espacios de la urbe sin importar que una ciudad es turística, no sólo por sus monumentos y plazas sino por las personas que habitan esos lugares, su tradición y las costumbres de esos seres, y en especial por el orgullo que tiene aquel que se siente “San Diegano”, o habitante de “La Plaza Santo Domingo” o Getsemanicense.

El centro es más bonito para un turista cuando observa desde su coche a una abuela sandiegana, a eso de las siete de la noche, recién bañada, empolvada y muy lucida, sentada en su mecedora de la calle de los siete infantes, echándose fresco.

Lo más triste es que esa imagen ya hoy es ficción pues la barriada vendió́ sus casas y la autoridad municipal no hizo nada para evitar el desplazamiento de los propios por foráneos que se impusieron por la gracia de sus chequeras.

Urge reglamentar el uso y la explotación comercial de plazas, calles y monumentos de la urbe sin excluir a los nativos. Las contribuciones que se recauden por ese concepto deben ir a parar a un fondo cultural para la promoción de la identidad y los valores cartageneros, al tiempo que se permita subsidiar a los residentes verdaderamente raizales y a los sectores marginados de la otra Cartagena.

Las ciudades no se prestan ni se dan en comodato. Por eso, como dijo el poeta:

...Podrán comprar todas las casas del centro, podrán ocupar todas las plazas con sus negocios, podrán venir parejas foráneas a ocupar las murallas con sus amores nuevos y casarse en nuestras iglesias...

 

Y, hasta podrán convencer a algunos de nuestros conciudadanos y meterles en la cabeza que no hay que oponerse al progreso. Incluso, podrán tener a Getsemaní́ como su próximo objetivo...Pero, sigue vigente y cada día se actualiza, la resistencia de quienes se siente cartageneros y llenos del orgullo de haber estado primero que aquellos que hoy abren sus negocios desplazando e ignorando a los raizales.

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