Política

Las malas notas de Santos y el plebiscito

De los últimos presidentes, ninguno había tenido una oposición capaz de incidir tanto en la opinión del colombiano del común a punta de verdades adjetivadas, verdades a medias y mentiras agrandadas.

Las malas notas de Santos y el plebiscito

Las malas notas de Santos y el plebiscito(Colprensa/ Archivo)

El presidente Juan Manuel Santos acaba de cumplir dos años de su segundo mandato que coinciden con un momento clave para la gran apuesta de su gobierno: lograr unos acuerdos de paz con una de las guerrillas que más daño le ha hecho al país. Hoy los acuerdos definitivos están a la vuelta de la esquina al tiempo que el país –en medio de la polarización—se prepara desde ya para decir sí o no a esos acuerdos.

El problema de este momento clave para el proceso como es la refrendación ciudadana es, paradójicamente, Santos que en las encuestas –en unas más, en otras menos--- sigue marcando bajos niveles de aceptación, y de los campos de su gestión los únicos que se salvan son política exterior, vivienda y educación que terminan opacados por lo que piensa la gente sobre la seguridad en las ciudades, salud, la corrupción y el desempleo.

El gobierno Santos tiene logros claros, empezando por uno de los más importantes como el del orden público en la mayor parte del país donde han operado las Farc y la caída en la tasa de homicidios –34 por 100 mil habitantes en 2010 a 26.5 en 2015—y obras para mostrar en vivienda gratis y subsidiada, mejoras en educación y decisiones valiosas de ministros como el de Salud sobre todos en precios de medicamentos y esfuerzos por sanear las finanzas del sector. Pero el 73% de los encuestados de Ipsos está insatisfecho con el presidente.

Además de que es un hecho evidente que Santos no comunica ni ha podido suscitar pasiones en torno de su mandato –el 76% de los encuestados dice no respaldar su gestión--, hay varios factores que pudieran explicar las malas notas: no es que Santos no haga. Los desaciertos que generan el malestar parecieran corresponder más al manejo de las coyunturas en medio de una sociedad más enterada por las redes pero a la vez más apasionada, como la crisis en la Policía, la tragedia de los niños de la Guajira, los desaciertos iniciales en el manejo de la sequía generada por el Niño y los paros agrario y camionero que se dieron en este semestre.

Y hay al menos dos elementos ajenos a la voluntad del Gobierno, pero ligados estrechamente a su margen de acción: si bien el proceso con las Farc marcha bien, el desgaste que genera el deseo de muchos colombianos que no quieren negociación sino sometimiento en la mesa, pasa una alta factura, a la que la opinión le adiciona el fallido intento de diálogos con el ELN. El otro es la oposición uribista: de los presidentes de las tres últimas décadas, ninguno había tenido un jefe de oposición como Álvaro Uribe capaz de incidir tanto en la opinión del colombiano del común a punta de verdades adjetivadas, verdades a medias y mentiras agrandadas.

Mientras el presidente Santos es referente externo por el proceso de paz con la guerrilla y recibe felicitaciones, en Colombia sus notas son bajas y eso resulta contraproducente para su próxima meta de lograr sacar adelante el plebiscito con 10 millones de votos como lo pretenden él y los que están jugados por el sí.

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