Justicia

Candela viva

Capturar al hermano del más férreo opositor del gobierno es una decisión que, sin entender su contexto, suena de entrada a persecución política.

Pocas veces como la última semana los políticos han dejado ver la poca estatura con que asumen hoy sus liderazgos y por ello la opinión se mostró hastiada de ataques, insultos, mentiras, trinos acalorados y poco racionales; denuncias sin fundamento, señalamientos ligeros, desinformación valiéndose de la influencia de los medios; posiciones radicales para descalificar, reacciones rabiosas frente a medidas judiciales que necesitan de mucho fundamento para no hacerle más daño a la justicia, oportunismo político y muchos etcéteras más.

En un editorial dirigido a la cordura y muy crítico de los agarrones de la semana pasada, El Espectador aseguró que “El liderazgo colombiano tiene que superar discusiones tan radicales y vulgares si en verdad cree que es posible construir un país diferente”.

El motivo de la nueva polarización fue la captura de Santiago Uribe Vélez, hermano del ex presidente Álvaro Uribe, por parte de la Fiscalía, por homicidio y concierto para delinquir, esto último por los testimonios en su contra de haber sido unos de los creadores del grupo criminal “Los 12 Apóstoles”. Capturar al hermano del más férreo opositor del gobierno es una decisión que, sin entender su contexto, suena de entrada a persecución política, que es una idea fácil de vender entre la gente que está de lado del ex mandatario. A lo anterior de sumó la presencia de su hijos en la misma Fiscalía done estaba el tío para dejar testimonio de que sus relaciones con el llamado “zar” de la chatarra se han dado en términos de transparencia.

¿Cómo entender que el país esté incendiado a pocos días de otro importante avance en la mesa de negociación con las Farc en La Habana? Aunque las causas son diferentes, en el fondo todas convergen al conflicto entre el presidente Santos y el ex presidente Uribe.

La detención de Santiago Uribe no la ordenó el presidente Santos sino la Fiscalía que lidera Eduardo Montealegre. Pero el hecho de que éste sea un aliado del gobierno en temas como la paz, hace que sea presentado por los uribistas como un títere de la Casa de Nariño, cuando en la práctica lo que ha demostrado ser es que es más lo que resta que lo suma con sus decisiones cargadas de cálculos políticos.

Por lo demás, en Colombia jamás la oposición la había encabezado un ex presidente que no solo tiene un amplio respaldo en imagen, sino polariza. Cualquier trino de Uribe sacude a la política, pone a hablar a la gente en la calle y desubica al gobierno que no solo reacciona tarde –caso de Conejo—sino mal –caso de los trinos de los ministros la semana pasada--.

El uribismo, de igual manera, no se resigna a aceptar que las Farc –su obsesión cuando fueron gobierno—están próximas a firmar un acuerdo de paz con un presidente que, según ellos, los traicionó y que, según ellos, también, está dispuesto a entregarles medio país sin pagar un día de cárcel. De ahí que estén haciendo más difícil la situación del gobierno con ataques por todos lados, en lo económico por ejemplo, para desde ya ir debilitando la posibilidad de triunfar en el plebiscito que deberá refrendar los acuerdos de paz. La manifestación urubista del 2 de abril sería el primer paso.

La Casa de Nariño, por lo demás, le ayuda a Uribe así como lo hacen las Farc con sus salidas en falso. Pocos entienden por qué el presidente sale a culpar de los sobrecostos de Reficar al gobierno anterior, cuando hay culpas compartidas y explicaciones que la gente aún espera de los ministros.

A los colombianos se les había advertido que el gran debate en la academia y en la política sería el económico, pero la polarización del país está dejando la discusión de fondo a un lado, para ocuparse de las peleas de orgullo y dignidad.

Cuando Nelson Mandela recibió el nobel de paz dijo: “en nuestro país todavía quedan personas que creen de manera equivocada que pueden contribuir a la causa de la justicia y la paz, aferrándose a dogmas que han probado augurar solo desastres”. Eso lo dijo después de lograr los acuerdos en Sudáfrica, pero acá ni siquiera se han firmado los acuerdos.

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