Vida

Tirar la toalla

Esos días en los que nos cuesta sentirnos "libres y seguras".

De acuerdo con la publicidad de productos diseñados para que las mujeres no suframos, veamos, sintamos o vivamos esos días en los que “la llegada nos daña la salida”, “tenemos cara de cólico” y nos cuesta sentirnos “libres y seguras”, tirar la toalla es algo que nunca hacemos, y no propiamente porque seamos unas berracas (cosa que también les gusta decirnos con “halagos” tipo “tú que eres capaz de correr en tacones”), sino porque se supone que nadie quiere ver las manos de una princesa de sangre azul untadas del indeseable fruto del ciclo menstrual, particularmente los príncipes de sangre roja que según ellos son incapaces de relacionarse con nuestros fluidos, interactuar con los cambios hormonales que alteran nuestro ánimo, o de salir con nosotras sabiendo que estamos sintiendo un fuerte dolor abdominal que ninguna pastilla sabe aliviar.

Lo que la industria de productos “diseñados para nosotras” cree que necesitamos es evitar que se perciba un extraño acolchado entre las piernas, que ellos pasen por el horror de ver una mancha en nuestros pantalones o que “en esos días” nada nos impida usar nuestro variadísimo repertorio de ropa íntima, de modo que podamos seguir siendo románticas, deportivas, sexys o divertidas. Nada nos urge tanto como que aquello no huela a aquello sino a aloe vera y manzanilla (cosa que si nos sobran toallas podamos hacernos un té), o conseguir que en esos días nuestra vagina permanezca mentolada. Sí. Labios de menta se supone que es lo último en guarachas aunque produzca una sensación horrible, como de haber metido la entrepierna en un congelador.

Tras casi cien años del nacimiento de las toallas higiénicas y el largo etcétera de productos creados “para la mujer”, resulta que según la publicidad los avances tecnológicos solo han servido para solucionar problemas que no tenemos, ocultar todos los que sí, y crear un estereotipo del hombre según el cual ellos son incapaces de relacionarse con el tema. Peor aún, la publicidad ha invisibilizado las señales que el cuerpo de mujer envía para indicar problemas de salud, ha ocultado que tales productos en muchos casos son los causantes de los problemas, y ha normalizado la manera en que contaminamos el planeta sin que se nos ocurra pensar que el manejo de nuestro sangrado no tiene porqué ser tan terriblemente dañino para el ecosistema. Al año nuestro planeta recibe 432.000 millones de toallas lanzadas a la basura a una velocidad de 13.399 por segundo, cada una de las cuales tardará cien años en biodegradarse.

Opciones mucho menos agresivas para nosotras mismas y el medio ambiente, como la copa menstrual o las toallas de tela están cada vez más a la mano en nuestro país, de modo que no estaría de más dejar de guiarnos por las publicidades que fingen pensar en nosotras y decidirnos a botar la toalla, pero no en una caneca sino fuera de nuestras vidas.

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