Vida

Nicolás Gaviria en Soho

Quiero que me lo muestren semidesnudo tumbado en una playa con alguna piedra bien rugosa de fondo.

Yo quiero ver a Nicolás Gaviria posando para Soho. Quiero que me lo muestren semidesnudo tumbado en una playa con alguna piedra bien rugosa de fondo, y manchones de arena húmeda cubriéndole los pezones. Quiero verlo abrir los ojos y la boca con expresión de “¿qué? ¿cómo así?, no entiendo nada”, mientras los tres mechones de pelo que le quedan en la cabeza caen coquetamente sobre su frente, mezclados con granitos de arena. Quiero que saque trompita vestido con hilo dental, absurdamente montado sobre una mesa de comedor y rodeado de tazas de té, o recostado contra una pared sosteniendo un casco de policía frente a su pene. Quiero que Nicolás me muestre en cuerpo y alma quién es él.

Sé que la experiencia promete ser altamente desagradable, pero estoy dispuesta a padecerla si es la manera en que hemos decidido castigar la deplorable conducta de andar diciendo “usted no sabe quién soy yo”, pues estoy segura de que nada debe indignar tanto a quien pronuncia tamaña frase, como tener que ser tan absurdamente servil ante una cámara.

Sé, sin embargo, que mi disposición caerá en saco roto, pues a Nicolás no se le reventó un botón de la camisa mientras peleaba con la policía, ni se le desacomodó nada como para que terminara mostrando unos marcados bíceps o un voluminoso trasero, en caso de que los tenga. Esto no lo sabemos pues lo único que mostraron las fotos que circularon por la red fue su gesto brabucón frente al policía.

Otra habría sido la historia si Nicolás fuera Melissa Bermúdez, pues la imagen que más circuló del incidente en que se le ocurrió gritar “usted no sabe con quién se está metiendo”, no fue aquella del momento en que le dio tremendo cabezazo al policía, sino la del instante en que la sujetaron por la espalda y su blusa se abrió dejando sus senos al descubierto.

Cualquiera que vea la imagen fuera de contexto diría que esa mujer está siendo humillada en público y, sin embargo, en cuanto aparece Soho preguntando si Melissa debería engrosar su galería de mujeres desnudas, buena parte de los habitantes de las redesbrincan indignados por lo que consideran un premio.

Asumen que ella estará dichosa de pisar el trampolín al reconocimiento público, que no dudará en pararse sobre esa suerte de plataforma de lanzamiento. ¿A dónde? No importa. El punto es que lo que podría ser claramente humillante para un hombre y perturbador para cualquiera que lo viera, resulta que para la mujer es un premio que incluso quienes protestaron por la posibilidad de que se diera, terminarían chismoseando con una mezcla de morbo, indignación y placer.

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¿Por qué aún si Nicolás hubiera resultado de ser un Jared Letto criollo nadie hubiera propuesto desnudarlo en una revista? Básicamente porque él no es mujer y su cuerpo no es materia disponible para que los medios saquen provecho, y porque tenemos tan asumido que el cuerpo de la mujer debe ser un arma usada en contra ella misma, que lo que nos indigna no es que una revista apague el debate sobre el irrespeto a la autoridad encegueciéndonos con un par de tetas, sino que la mujer a la cual utilizaría reciba algún beneficio a cambio de eso.

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