Sexo casual
Cuando las personas deben tomar una posición sobre el denominado sexo casual, usualmente se reparten en dos grupos.
Al primero pertenecen quienes consideran esa opción como irresponsable, impersonal y/o promiscua; que alejada del amor, de la conquista y del vínculo, obviamente no tiene razón moral de ser. En este grupo se defiende la organización familiar y social y se promueve la relación de pareja estable como garantía e indicador de compromiso y en la que el sexo es, tal vez, un sublime mecanismo de comunicación propio de dos personas que han formado una pareja única e irrepetible
Los que pertenecen al otro grupo son aquellos que toman la sexualidad, a su juicio de manera muy práctica, como una fuente de expresión de sentimientos y estados de ánimo transitorios y para quienes la opción de una actividad sexual sin compromisos previos ni posteriores es una fuente de placer, desahogo, relajación y acompañamiento. La actividad sexual no es más, en estos casos, que una forma circunstancial, pero intensa, de interacción social. En este grupo existen a su vez dos subgrupos: los que practican frecuentemente el sexo casual con un(a) amigo(a) o con un grupo identificado de amigos(as); pero para quienes esa actividad sexual no representa vínculo sentimental entre ellos y simplemente consideran que es una forma de controlar la promiscuidad y el riesgo implícito puesto que la actividad sexual se ejerce dentro de un grupo relativamente estable; y, por otra parte, los que practican definitivamente el sexo casual con cualquiera disponible circunstancialmente y que son los que asumen el mayor riesgo
Se escucha que cada uno de nosotros ha tenido la tentación y la opción de ejercer el sexo casual con alguien que le ha despertado una gran química y a partir de ello hay quienes se ufanan de sus valores y autocontrol –o se guían por su miedo- para no ceder; mientras que otros se ufanan de haber disfrutado la aventura por cuanto “en la vida es mejor arrepentirse de lo que se hizo y no de lo que se dejó de hacer”. No merece ampliación el tema de los riesgos obvios para la salud física que se corren cuando se interactúa sexualmente con otros a quienes no se conoce bien pero sí merece atención el riesgo para la salud mental –que amerita un estudio serio en este sentido- ante la frecuencia con que en la consulta psicológica se menciona la sensación de soledad y la dificultad para mantener una pareja estable relacionados con un estilo de vida en el que se ha incluido frecuentemente el sexo casual. Esta asociación no necesariamente implica causalidad; es decir, que no se ha establecido que el sexo casual cause soledad o inestabilidad emocional; pero existe una aparente correlación entre esas condiciones que amerita precaución y un profundo análisis
El sexo casual tiene unas reglas implícitas y el que las rompa paga las consecuencias; como en el caso de quienes se enamoran o generan expectativas de vínculo o afecto que la contraparte no respalda y que sufren como cualquier enamorado o interesado no correspondido
El sentimiento que hay en una amistad muy frecuentemente se confunde, por la necesidad de expresarlo, con el deseo sexual por la otra persona y ello lleva a que entre amigos se tengan relaciones sexuales y dado eso casi siempre solo hay dos salidas: o consolidan una relación de pareja o se daña la amistad
En cuanto a si el sexo casual está bien o mal, en mi condición de psicólogo dedicado a la terapia sexual, solamente puedo recordarles que la “Ética Sexual de Pareja” sugiere que cualquier práctica sexual que se acuerde entre dos personas adultas e independientes, que tengan la opción de retractarse del acuerdo en cualquier momento, es un asunto de esa pareja; es decir, es íntimo y privado y nadie tiene la autoridad para juzgarlo como bueno o malo excepto ellos mismos y las consecuencias.