Educación

Libia ante el reto de que el orden sustituya a la pistola

Tras años de mano dura bajo el régimen de Gadafi, los libios siguen sin encontrar el camino a un estado de Derecho ordenado donde impere la justicia. En su lugar, tienen el imperio de las armas.

Jeremy Bowen

BBC, Editor Medio Oriente

Mientras el gobierno del coronel Muamar Gadafi colapsaba, me encontré con Salá al Margani en la recién liberada prisión de Abú Salim.

Entonces era un abogado de Derechos Humanos más bien callado, pero determinado, que supervisaba a un grupo de sudorosos y polvorientos jóvenes, abogados como él, que estaban tratando de salvar los registros de la cárcel.

Eran pilas de documentos, fotografías, vídeos y cintas de audio amontonadas en cajas de frutas y que iban metiendo en un camión.

Trabajaban a toda prisa porque los partidarios de Gadafi ya habían estado en la prisión y le habían pegado fuego a los archivos. Salá y sus colegas no querían que se perdiera todo.

Al Margani es ahora ministro de Justicia. Cuando habla de lo duro que ha sido intentar cambiar Libia para mejor se emociona visiblemente.

Como en los viejos tiempos

Cuando se manifestó contra la ilegal y a veces brutal detención de los prisioneros por milicias armadas, hombres armados ocuparon su ministerio y lo echaron.

Su mayor temor, como el de muchos de los que compartían la esperanza en derrocar al coronel Gadafi, es que las costumbres de los viejos tiempos no hayan sido erradicadas y que permanezcan vivas en parte de las milicias.

"Todavía tengo esperanzas", dice. "Creo que fracasamos a la hora de mostrarle a los libios lo difícil que sería gestionar la caída de una revolución que había provocado miles de muertes, desaparecidos y violaciones. Me preocupa que no estemos enfrentándonos a los verdaderos problemas con valor".

En Libia el poder todavía viene de los cañones de las armas de milicias rivales. El país carece de un gobierno verdaderamente efectivo.

Milicias armadas son el poder real. Son desde antiguos revolucionarios a criminales, pasando por miembros de Al Qaeda. Algunos han alcanzado campos petrolíferos clave. Otros dan apoyo a los que han puesto en marcha una entidad autónoma en el este del país.

En los últimos diez días, Tripoli ha sufrido su peor ola de violencia desde la caída de Gadafi. Milicias se enfrentan en tiroteos, y pueden llegar a disparar a civiles cuando protestan. Muchos han resultado muertos.

El primer ministro libio, Ali Zeidan, hizo un llamamiento de ayuda internacional para desarmar a las milicias si no entregan voluntariamente sus armas.

Zeidan dijo que si los libios querían un país civilizado, tendrían que pedir a las milicias que entreguen sus armas.

"Vivimos encañonados"

El problema es que las milicias no responden a requerimientos educados. Varios intentos de integrar milicianos en el nuevo ejército han fracasado o tenido un éxito muy limitado. Hace semanas, Zeidan fue secuestrado por una milicia. Fue liberado a las pocas horas. Otros menos influyentes no tienen tanta suerte.

Un hombre que prefirió no dar su nombre por temor a represalias habló del secuestro de su hijo por una milicia.

"Los problemas que tenemos ahora no existían en los tiempos de Gadafi. Las milicias, la proliferación de armas, la falta de respeto. Vivimos encañonados", dijo.

"Caminas con miedo, sales de casa con miedo, vuelves a casa con miedo. No estás seguro en la calle. No hay justicia, sólo el gobierno de las milicias. Implementan sus propias leyes y son jueces y jurado y todo".

Se informa frecuentemente de bombas, secuestros y asesinatos desde la segunda ciudad libia, Bengasi. Trípoli es más tranquila, la mayor parte del tiempo, pero es una especie de calma chicha.

Lo que está pasando en Libia alarma a Ali Alekermi, que pasó 30 años como prisionero político. Me enseñó la celda en Abú Salim en que pasó 11 años.

Cuenta cómo las ratas salían por las tuberías del lavabo, lo sofocante que era el calor en verano y lo frío que era en invierno. Cada día temía que lo iban a matar.

Pese a que se dejó lo que llama los mejores años de su vida en prisión, Alekermi es de los que llama a una reconciliación nacional.

Alekermi es el presidente de la Asociación Libia de Prisioneros de Opinión y muchos de sus antiguos compañeros de celda sienten lo mismo: quieren justicia pero temen que la sed de venganza esté destruyendo las posibilidades de Libia de constituirse en estado de Derecho.

El siguiente artículo se está cargando

Escucha la radioen directo

Caracol Radio
Directo

Tu contenido empezará después de la publicidad

Programación

Ciudades

Elige una ciudad

Compartir

Más acciones

Suscríbete

Tu contenido empezará después de la publicidad