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Un hincha de Millos esperó 20 horas por una boleta para la final entre Santa Fe y Nacional

Entre la algarabía y euforia que trae la final del campeonato colombiano, conocimos una particular historia de un hincha que hizo la fila por un cupo en El Campín.

Un hincha de Millos esperó 20 horas por una boleta para la final entre Santa Fe y Nacional

"Espero que valga la pena", dice José, quien llegó a las 4:00 de la tarde del día sábado, anterior al juego de Santa Fe. A esa hora él esperaba simplemente encontrarse con algo de información que le indicara dónde iba a ser la fila, cómo iba a funcionar todo en las inmediaciones del estadio

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Un hincha cambia de mujer, de profesión, de religión, pero jamás de equipo y eso lo tiene bien claro José García, quien siempre ha sido seguidor de Millonarios y quien jamás se imaginó que terminaría viviendo la larga espera por poder estar en El Campín y ver a sus archirrivales disputarse el título del que él será portador hasta el pitazo final en el juego decisivo entre Santa Fe y Nacional

García no hace más de un mes invirtió más de 300.000 pesos para ver a Millonarios en los cuadrangulares semifinales. Él es un abonado usual, no se perdió ningún juego de la Libertadores, a pesar de los pobres resultados del equipo. Fue uno de los 39.000 que celebró la 14 tras dos décadas de sequía. ¿Cómo fue a parar en la fila de Santa Fe para adquirir boletas a la final? La respuesta está en el otro 50 por ciento de su familia. Su esposa y su hija son hinchas de Santa Fe y cuando se enteraron del plan de ventas que el equipo dispondría para la final, él por nada del mundo permitiría que sus dos mujeres se fueran a aguantar la larga espera por una boleta

Contando las 20 horas"Cuando llegué ya había fila y cuando averigüé dónde iban a vender las boletas de oriental general me fui a mirar qué tan larga estaba la cola... Me tocó quedarme de una vez pues ya habían como 200 personas delante mío"

Ante lo que se veía iba a ser una espera crítica, García decidió armar un plan B, "Llamé a casa y dije que ya no podía devolverme, que iba a tener que quedarme toda la noche". Martha, su esposa y Paula, su hija, se fueron armadas de un arsenal de provisiones para la fría noche. Sánduches, chocolates, abrigos, más pantalones para usar prendas dobles, cobijas, un plástico enorme por si llovía y hasta papel higiénico..

El pedazo de territorio donde José y el grupo de personas que lo rodeaba en su eterna fila se volvió zona de máxima seguridad. “Entre nosotros mismos, que éramos como 15 caras que nos empezábamos a conocer decidimos vigilar que nadie más se colara”. Y mientras unos se quedaban, otros se retiraban al prado que separa el Coliseo del parqueadero del Campín para intentar pasar más cómodos la noche

Unos jugaron toda la noche, otros instalaron carpas, hubo uno que empezó la cuenta regresiva y puntualmente gritaba… “Faltan seis horas…”, dice José, quien extendió su plástico, se arropó con las cobijas que le llevaron y junto a su hija, que decidió quedarse a acompañarlo, intentaron dormir

“Yo sentía que venía gente de todos lados a pedirme un pedacito de mi plástico para dormir también y entre el ruido y el frío y alguna que otra escaramuza, yo creo que dormí como hora y media”

Pasado el sacrificio de la madrugada y la llegada del domingo, José se alistó para las últimas horas de espera. Feliz, a pesar del caos El distribuidor de la boletería anunció la apertura de la taquilla a las 9:00 de la mañana, pero sus problemas logísticos retrasaron dos horas la tan esperada hora. En esas dos horas la fila, que 17 horas atrás era de 200 personas y ahora le daba la vuelta al estadio, estalló en cólera, pues se supone que quienes hacían tanta guardia eran los abonados que por ser abonados no tendrían que haber pasado por tal jornada

Cuando la taquilla abrió y la fila empezó a moverse, la esposa de José llegó para el relevo. Ella es la abonada cardenal y quien ha acompañado al equipo durante el semestre. Algunos abonados no aparecían registrados, había más discusiones y rabietas. Muchas horas de espera y por errores, ya reconocidos por el presidente de Santa Fe, muchos se iban con las manos vacías

José, con el miedo de llegar a ser uno de esos errores, acompañó a su esposa a la taquilla, ya pasaban las 12 del mediodía. Ella se identificó, el susto acabó, apareció en el registro y las boletas por las que pasó en vela, estaban en su poder

“Nunca me imaginé que iba a hacer una fila tan larga por Santa Fe… Yo hubiese pagado diez mil más pero que me la hubieran llevado a domicilio, en fin, solo espero que valga la pena”, apuntó el hincha de Millos, que sacrificó su noche por conseguir las boletas de Santa Fe.

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