Ciudades

Bogotá no es ajena al flagelo del trabajo infantil

Bogotá es una de las ciudades con más bajo índice de trabajo infantil. El 4,6 por ciento de los niños laboran diariamente para contribuir con el sustento de su familia.

Bogotá es una de las ciudades con más bajo índice de trabajo infantil. El 4,6 por ciento de los niños y niñas de la capital laboran diariamente para contribuir con el sustento de su familia. Sin embargo, la cifra no deja de ser preocupante como quiera que son cerca de 76 mil menores de edad, los que se ven obligados a dejar las aulas de clase para realizar otras actividades. Según la capitán Tatiana Castillo, comandante de la Policía de Infancia y Adolescencia de Bogotá, estos pequeños laboran en plazas de mercado, ventas ambulantes, en los semáforos limpiando vidrios o en obras de construcción. Hay más niños que niñas trabajadores y la mayoría, no gana más de medio salario mínimo mensual, es decir, unos 230 mil pesos. Generalmente, los padres de familia son quienes inducen a sus hijos al trabajo para aumentar los ingresos del hogar o para sobrellevar la pobreza. En lo corrido de este año, la Policía ha encontrado a 43 niños trabajadores en la capital colombiana. Los casos han quedado en manos de las comisarías de familia para que impongan las sanciones necesarias contra los adultos responsables. Incluso, pueden retirarle a los padres la custodia de sus hijos. Oscar sueña con ser veterinarioOscar tiene diez años de edad. Llegó a una finca ubicada a las afueras de Bogotá hace tres años, proveniente de un municipio de Cundinamarca y desde entonces, trabaja ordeñando vacas. "Desde las dos de la mañana le ayudo a mi hermano a encillar el caballo, a sacar las cantinas y nos vamos para la caseta que es donde hacemos el ordeño hasta las seis de la mañana", cuenta el menor. Pero el trabajo de este niño, hincha de Nacional y amante de la música ranchera, no para allí. "Tengo que ayudarle a mi hermano a correr las becerras, el ganado. Cuando él ordeña, yo echo comida y cantineo", narra Oscar. Todos los días, Oscar se acuesta a las 7 de la noche, dispuesto a esperar a que el reloj marque las dos de la mañana para levantarse en medio del frío de la madrugada. Este infante, reflejo de la realidad que viven miles de niños en Colombia fuera de las aulas de clase, estudió hasta cuarto de primaria y aun recuerda sus fortalezas académicas. "Se multiplicar, dividir y todo eso", dice. Sueña con estudiar para trabajar en lo suyo: los animales; y ganar más de los 40 mil pesos que ahora devenga. "Quiero ser veterinario, me gustan los animales, me gusta verlos. Sueño con comprar becerritas, terneritos, un carro y una casa", expresa con profundo anhelo. Este niño, con jean, botas de caucho y una ruana para cubrirse del frío; espera que con su trabajo pueda algún día tener una finca con vacas lecheras.

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