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La necesidad de La Luciérnaga para digerir la realidad (V)

Porque para oír La Luciérnaga hay que aguzar los sentidos todos, y quien oye La Luciérnaga tiene más abiertas las entendederas. Todas las entendederas.

La necesidad de La Luciérnaga para digerir la realidad (V)

Ya voy a terminar. Explico el comienzo de esta historia, que arranqué malcopiando un verso de Borges, la explico al decir que La Luciérnaga vio la luz en el apagón Gaviria pero nació por una necesidad de país. Como la necesidad de una olla a presión de encontrar un escape, Colombia necesitaba una válvula. Un tanque de oxígeno. La Luciérnaga se necesitaba, urgente, para que la pesada realidad que se vivía, que se vive, pudiera y pueda ser digerida desde otro ángulo menos solemne y, sobre todo, menos trágico. La Luciérnaga era, es, una pócima cotidiana que hace más llevadero todos los días este país en donde al horror siempre, siempre, le sigue un horror, peor. En los veinte años que ahora cumple La Luciérnaga es posible, sí, que por su naturaleza haya minado reputaciones y probablemente, incluso, haya ennoblecido a algunos que no lo merecían, pero frente a esos daños colaterales hay un amplio inventario de colombianos crápulas que han quedado en evidencia y, sobre todo, hay centenares de miles de oyentes que han sonreído en la familiaridad de sus casas, en el purgatorio de un taxi, en un melancólico puesto de vigilancia, o en la soledad de las montañas o en el bullicioso quehacer en donde los coja la vida. Todos ellos, los oyentes, han aprendido perspicacia con La Luciérnaga, porque saben oír entre líneas y por eso forman hoy una opinión pública más avispada

*Tomado del libro “La Luciérnaga 20 años de humor y realidad”. Editorial Aguilar

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