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La interinidad nos está haciendo daño

El analista Orlando Oliveros opina en Caracol Radio Cartagena sobre las decisiones que ha tomado el alcalde (e) de esta ciudad.

Interinidad en Alcaldía de Cartagena

Interinidad en Alcaldía de Cartagena

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Cartagena de Indias

El tema de hoy gira en torno a los polémicos nombramientos para el nuevo gabinete distrital que ha realizado el alcalde encargado de Cartagena, Sergio Londoño Zurek. Antes que nada, quiero confesar que con Londoño Zurek me siento decepcionado, pero poco sorprendido. Desde que fue asignado como alcalde interino por el presidente Juan Manuel Santos, varios pensamos –tal vez con razón, tal vez por prejuicio– que él era un político que representaba más de lo mismo, alguien venido de afuera, nacido en medio de la élite cartagenera, y cuyos intereses en el poder público iban a coincidir con los no muy nobles intereses políticos de Santos.

Sin embargo, ante la crisis institucional de Cartagena, donde el alcalde electo está suspendido por la Procuraduría y hoy capturado por la Fiscalía, y donde el Concejo Distrital está envuelto en una red de corrupción y tráfico de influencias, muchos sentimos que valía la pena darle una oportunidad a Londoño Zurek, al menos mientras llegaba un alcalde elegido por voto popular.

Mi primera desilusión con Londoño Zurek la tuve el pasado 1 de junio, el día en que se conmemoró la fundación de Cartagena por parte de Pedro de Heredia. Esa vez, al igual que la mayoría de los alcaldes de períodos anteriores, Londoño Zurek le hizo una ofrenda floral a la estatua de Pedro de Heredia en medio de una corte militar en donde algún oficial izó la “cuadrilonga”, esa bandera nuestra que surgió en las gestas de independencia, bien lejos de la Conquista y la Colonia. En ese momento, no podía entender por qué alguien tan joven, de discursos aparentemente prometedores, podía seguir con una tradición tan servil como contradictoria, una tradición que ejercía una violencia simbólica contra el recuerdo de los pueblos nativos, que enaltecía a los bandidos (como bien lo fue Heredia) y que dejaba por fuera al humilde y al oprimido, borrando cualquier proceso de reflexión histórica, sobre todo porque se homenajeaba a un representante de la Corona Española con una bandera que fue diseñada para independizarnos de España. Aquello me pareció un chiste de mal gusto.

Ese mismo 1 de junio, durante una misa conmemorativa en la iglesia María Auxiliadora, Londoño Zurek dio un discurso sobre el respeto a las etnias de Bolívar; al finalizar, una persona del público abordó a Sergio y le preguntó: “Alcalde, muy bonito su discurso, pero si tanto respeto pide a las etnias, ¿por qué le hace una ofrenda a Pedro de Heredia?”, a lo que Londoño Zurek respondió incómodo: “Es que toca, porque así está establecido”.

Esa breve respuesta, tan resignada como evasora, me dio pistas para comprender lo que realmente significa un alcalde interino en Cartagena: alguien incapaz de luchar contra la tradición establecida, sin la valentía y la autonomía necesarias para generar grandes cambios políticos en la ciudad.

No obstante a esto, conservé la esperanza de que Londoño Zurek pudiera seguir haciendo un buen trabajo mientras estaba encargado de Cartagena. Lo esperé de corazón, convencido de que en estos tiempos de crisis lo más necesario era la colaboración. Incluso llegué a emocionarme cuando en agosto Londoño Zurek le pidió la renuncia a todo el gabinete distrital nombrado por Manolo Duque. Creí que quizás esta era una buena oportunidad de renovación política, donde la interinidad ser convertiría en una herramienta efectiva contra la corrupción.

Sin embargo, volví a obtener grandes decepciones por parte de Sergio Londoño. Primero con el equívoco nombramiento de Jaime Hernández Amín como Secretario de Educación y luego con el aciago y nefasto nombramiento de Clara Calderón como Secretaria de Infraestructura.

Hernández Amín parece ser un gran profesional, pero es a todas luces el inadecuado para el sector educativo, ya que en su hoja de vida figuran importantes cargos públicos pero ninguno relacionado directamente con la educación. Creo que en este nombramiento primó el amiguismo del alcalde, pues Cartagena posee profesionales mejor capacitados para este puesto. Resulta contradictorio y hasta ridículo el hecho de que mientras el actual estatuto docente exija férreos requisitos para ejercer la docencia y la administración de instituciones educativas públicas (basándose en la competencia disciplinar y la experiencia), Londoño Zurek nombre a un funcionario cuyas habilidades no se emparentan al campo de la educación. La Secretaría de Educación no es un cargo de juguete, es de los que más manejan dineros significativos en el presupuesto distrital. Por lo tanto, se requiere con urgencia una persona apta para lidiar con la crisis estructural y de cobertura por las que atraviesan los colegios públicos de la ciudad.

El nombramiento de Clara Calderón fue la última estocada a la esperanza que tenía en Sergio Londoño Zurek. Es mi decepción final. Con ella el alcalde interino perdió toda la credibilidad que todavía tenía y se enlodó en el mismo barrizal en el que hoy chapalean la mayoría de nuestros políticos locales. A Calderón, distintos medios la vinculan con la familia García, ese clan político que desde tiempos inmemoriales viene mandando en Cartagena. De acuerdo con La Silla Vacía, en el 2013, cuando Calderón era la directora de Valorización Distrital y Carlos Otero fungía como alcalde encargado de Cartagena (¡vaya coincidencia!), ambos funcionarios dieron el visto bueno a las alianzas público privadas en donde se encontraba, como macroproyecto estrella, el Plan maestro de drenajes pluviales, el cual cuenta con un presupuesto de 1,5 billones de pesos. Ese año, Calderón se habría reunido con Juan José García para “orientar” este macroproyecto. Cabe recordar, que Juan José García, conocido como “Juancho García”, fue condenado en el 2007 por la Corte Suprema por el delito de peculado por apropiación.

Como en el 2013 esta perversa “orientación” del Plan maestro de drenajes pluviales no se concretó, ahora Sergio Londoño Zurek vuelve a elegir a Clara Calderón, en una coyuntura donde el Plan maestro de drenajes pluviales es un tema que aún está por definir. ¿Se podrá, para tristeza nuestra, “orientar” este proyecto a la cabeza de una desprestigiada Edurbe?

Algunos dirán que de los gobiernos interinos no se deben esperar grandes cosas porque son gobiernos de paso, provisionales, cuya función radica en mantener a flote una ciudad en crisis y preservar cierta dosis de cordura institucional hasta que llegue un alcalde elegido por voto popular que sí haga cambios de verdad. Creo que esa es una postura equivocada, porque si bien un alcalde encargado no llevará a cabo proyectos a largo o mediano plazo, sí es capaz de producir reformas esenciales, por lo menos desde el plano de la moral política. Una reforma esencial no sólo implica ejecutar macroproyectos millonarios, una reforma esencial también puede ser una declaración de principios que envalentone a esta ciudad hacia una dignidad política inflexible. Una reforma esencial puede consistir en un mensaje noble y sencillo, donde se les diga a los políticos y funcionarios corruptos que su paso por el poder público en Cartagena les será restringido. En ese sentido, Londoño Zurek pudo haber sacado a todos los funcionarios del gabinete distrital untados en investigaciones y apoyados por casas políticas tradicionales, pudo haber conformado un gabinete lleno de expertos, de ciudadanos sin palancas políticas pero con el conocimiento indispensable para sacar adelante a esta ciudad. Pudo haberlo hecho y me temo que no lo hizo.

Lastimosamente, nuestro alcalde encargado es más de lo mismo. Esta interinidad nos está haciendo daño. Hoy, como nunca, es imprescindible que Manolo Duque renuncie y se convoquen elecciones atípicas. Tal vez así sí llega al poder alguien que de verdad le duela Cartagena.

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