7 de agosto de 1956, el día en que la 'Sucursal del Cielo' fue un infierno
Se cumplen 60 años después de la explosión de 7 camiones cargados con dinamita en Cali que dejó más de 4.000 muertos y generó un temblor de 4.3 grados en la escala de Richter
Cali
La media noche hacía poco había pasado, los sueños de los caleños entraban en profundidad e incrementaban como el desarrollo ferviente de la época, la rumba, un ferrocarril y el urbanismo ya eran orgullo de esta ciudad, en aquella madrugaba que entraba con frescura por las ventanas aquel 7 de Agosto de 1956.
Hacía pocas horas, un convoy de seis camiones del ejército habían llegado de Buenaventura cargados de explosivos, estos camiones traían en su interior 10.530 cajas de dinamita, las cuales equivalían a 42 toneladas de explosivo, que iban a ser utilizadas en la construcción de carreteras.
El sitio donde fueron parqueados los camiones era de los preferidos por los militares, comerciantes, turistas y viajeros que arribaban a la ciudad, debido a que en esta zona se encontraba ubicada la zona de tolerancia, bares y prostíbulos de Cali.
A esa hora, la ciudad estaba en silencio, los camiones estaban parqueados a pocos metros de la estación del ferrocarril, cuando de repente, sucedió lo inesperado.
Al parecer, según narran, a un soldado que hacía de centinela se le disparó su fusil de dotación, aunque otros narran que una colilla de cigarrillo las causas que accionaron la poderosa carga explosiva.
Un ¡Boom! Estrepitoso sacudió el Valle del Cauca, este era proveniente del sitio donde estaban aparcados los camiones, una explosión sorprendió a la ciudad dormida, que en menos de un minuto, tenía 41 manzanas arrasadas y había dejado un cráter de 50 metros de ancho por 25 en su profundidad, donde antes habían camiones sólo quedaba el caos.
La ciudad despertó obligada, pero sus habitantes no lograban ver nada, la energía se había ido, el olor a pólvora se hacía insoportable pues se unía con el olor a sangre.
Según las últimas cifras, 4.000 personas muerieron y otras 12.000 habían quedado heridas, San Nicolás, El Porvenir, El Hoyo, El Piloto, Fátima y Jorge Isaccs, fueron los barrios más afectados.
Mientras que los caleños gritaban atemorizados que la guerra había comenzado, un sismo de 4.3 grados en la escala de Richter sacudió Buga, Palmira, Santander de Quilichao, Caloto y Jamundí, quienes a lo lejos veían como un hongo de fuego, causado por la explosión, se levantaba en la sucursal del cielo, que ahora parecía un infierno.
Los cuerpos del cementerio central se salieron de sus tumbas, uno de los motores quedó incrustado en el campo santo, la ciudad entera gritaba, los niños buscaban sus padres en medio de retazos de cuerpos que quedaron esparcidos. Los que murieron dormidos no alcanzan a imaginar el cuadro que tuvieron que vivir los que quedaron vivos.
Una de las narraciones más recordadas es la del padre Hurtado Galvis, quien desde que sintió la tragedia socorrió a las víctimas y lo narró así:
"el hongo dejado por la explosión se parecía al formado por las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, pero más pequeño en proporción, se podían observar partes mutiladas de cuerpos humanos, entre ellos piernas, brazos, torsos. Pocos o ningún cuerpo se encontraban completos. El panorama era dantesco: muertos y heridos por doquier”
Muchos de los que ayudaron hicieron historia, estos héroes, hoy tomaron el nombre de Cuerpo de cuerpo de bomberos voluntarios de Cali.
Muchos dicen que el cielo de Cali se tiñó de rojo, nadie sabía qué había pasado, la fresca madrugada se calentó en el bochorno de sentir la ciudad ardiendo, algunos aseguran que la tragedia trascendió tanto que fue una de las causas que después de un año cayera el régimen del general Gustavo Rojas Pinilla.
En total, fueron enterrados 3.725 cráneos y partes de cuerpos que nunca fueron reconocidos. La ciudad vivió la peor tragedia que hasta hoy se conoce.
Los primeros rayos de la mañana hacían ver lo que quedaba de ciudad; casas caídas, edificios sin paredes, partes de cuerpos yacían sobre las calles de la sucursal del cielo, las palmeras de la calle 25 quedaron como si las hubieran podado, y el Hospital Universitario del Valle, que apenas terminaba su construcción, no daba abasto para atender los heridos, muchos fueron trasladados a centros asistenciales de Tuluá, Palmira y Buga.
Los caleños de hoy enfatizan con tristeza que una de las cosas más tristes es que que países, donde sufrieron grandes tragedias, como Japón con la bomba nuclear o Estados Unidos con las torres gemelas, tienen en el sitio del desastre grandes monumentos recordando los caídos, en Cali, solo una vieja cruz de cemento en las inmediaciones de las calles 25 y 26, se pierde en la velocidad de los carros que pasan ante el olvido de una ciudad que no quiere volver a vivir esa misma pesadilla.